MARTIN
MUÑOZ DE LAS POSADAS
I.- Historia de la
villa
Pórticos en la Plaza Mayor de Martin Muñoz de las Posadas. |
Historiadores antiguos relacionan
el nombre de Martín Muñoz con el de un noble burgalés, casado con una noble
segoviana, Jimena Bezudo, y que de su prole vendrían otros “Muñoz”, que
fundarían algunos pueblos próximos. Incluso otros lo quieren asimilar con el “Martín
Muñoz” del Cantar del Mio Cid, “el
vasallo que en tan buen punto nació”. No creo que sea necesario forzar
tanto a la historia, pues en la misma provincia de Segovia, hay varias
localidades con el mismo nombre y todas se atribuyen la misma leyenda.
En el año 1250, el pueblo de
Martín Muñoz contaba ya con unos 360 habitantes, el núcleo más poblado de todo
el arcedianato de Arévalo, a excepción de Madrigal, Rágama y Sinlabajos, además
de la propia villa. En el año 1587 contaba con unos 3000 habitantes. En el 1752
desciende a 1200. En el año 1850 cuenta con 879. En el año 1950 sube hasta 1500
y actualmente tiene un censo de 373.
Como datos curiosos y de interés
histórico y demográfico resaltamos los siguientes: En el año 1752 había en la
villa de Martin Muñoz de las Posada, en el convento
franciscano de Corpus Christi, un total de 26 frailes, y al servicio de la
parroquia y diferentes capellanías, un total de 14 clérigos seculares. En ese
mismo año consta la existencia de “un
pozo de nieve” de propiedad municipal que rentaba al año 100 reales. Los
pozos de nieve abundaban por todo el país; hasta allí se acarreaba la nieve, se
prensaba hasta convertirla en hielo y luego se utilizaba sobre todo con fines
terapéuticos. También el Concejo era propietario, en parte, del molino de la “Irvienza” , junto al
rio Voltoya, por el cual recibía una renta anual de 2.683 maravedíes.
En el capítulo de despoblados
conviene anotar la presencia de “La
Irvienza” y “El Espino”, despoblados
que ya existían en el año 1247, pero que en el año 1752 ya aparecen como
despoblados y agregados a la villa de Martín Muñoz. El despoblado de Navalperal del Campo, situado al norte,
mantiene una más larga existencia, pues, aunque su origen es contemporáneo a los dos anteriores,
tuvo una vida más larga, que llega hasta finales del siglo XVII o principios
del XVIII. Este despoblado, en lo referente a la jurisdicción civil, se agregó
al término de Montuenga, por estar encuadrado en la Tierra de Arévalo; en lo
relativo a la jurisdicción eclesiástica, dependía de Martin Muñoz, por lo que
su patrimonio artístico y religioso quedaría guardado en la parroquia de Martín
Muñoz.
El plano de este pueblo presenta
un claro perfil longitudinal, Norte-Sur, siguiendo el trazado del antiguo
camino que iba desde Madrid hasta Asturias, pasando por Olmedo, Valladolid y
León. En nuestra comarca y en todo el Valle del Duero, en general, es muy
frecuente esta orientación, que viene condicionada por factores geográficos y
factores históricos. Los cursos de nuestros ríos, afluentes del Duero, sirven
de guía a nuestros caminos tradicionales y, por otra parte, la historia de la
Reconquista es una larga marcha del Norte hacia el Sur que se prolonga después
en las relaciones políticas y comerciales entre las ciudades al sur del Sistema
Central (Toledo, Madrid) con las ciudades al norte (Valladolid, Burgos, León).
Estos pueblos “camineros” eran
transitados con mucha frecuencia por viandantes de todo tipo y condición y
además eran el paso obligado de transportes y mercancías. No es de extrañar,
por tanto, que en el año 1752, en el famoso Catastro de Ensenada, hubiera
censados en este pueblo nada menos que cinco carreteros de la Cabaña Real, con un total de 95 bueyes. Esto
explica además el sobrenombre “de las Posadas”, pues no solo era lugar de paso sino también de
estancia y pernoctación.
Dentro de este plano urbanístico
de marcada tendencia longitudinal y de calles estrechas y apretadas observamos
una notable excepción al llegar a su plaza. Es esta plaza porticada una de las
más amplias y mejor conservadas de todos los pueblos de la comarca. Allí se celebraba
anualmente una feria de ganados y
productos del campo que comenzaba el 17 de Septiembre y duraba hasta el día 29.
Un gran escenario para un encuentro festivo y de gran importancia económica
para los pueblos próximos. Como las grandes ferias de Castilla se celebraba a
finales del verano, después de la recolección, para intercambiar productos y
reponer los ganados necesarios para la próxima sementera.
II.- Su patrimonio histórico y artístico
Exterior de la iglesia
Estamos frente a un monumento que
fue declarado Bien de Interés Cultural el año 1990 y su conjunto arquitectónico
revela la importancia histórica de esta localidad. La amplitud de su nave, la
robustez de su torre y su crucero, la abundancia y calidad de su piedra nos revelan la riqueza de la propia iglesia y
el prestigio de uno de sus más ilustres benefactores: el cardenal Espinosa, que
aquí está sepultado.
También en esta iglesia se
manifiestan al menos tres etapas básicas de la Historia del Arte: el mudéjar
del siglo XIII, el gótico tardío de la segunda mitad del XV y el estilo
herreriano o renacentista de la segunda mitad del XVI.
Correspondiendo a su primera fase
constructiva encontramos en el muro norte una portada mudéjar, “la puerta de los difuntos”, con triple arquivolta de ladrillo y, sobre
ella, un primer friso de ladrillos a sardinel, que da paso a otro de
esquinillas. Por encima de la portada discurre una serie de arquillos ciegos de
medio punto. En el interior se supone la existencia primitiva de un ábside
triple con tres naves de menor altura que la existente en la actualidad. Esta
suposición se basa en los restos de muros existentes en su interior, de menor
grosor , que soportarían tres naves, de las cuales las dos laterales serían de
escasa anchura y cubiertas con una bóveda de medio cañón, mientras que la nave
central tendría una cubierta de madera. Esta imagen antigua que proponemos para
el interior no tiene nada que ver con el aspecto actual, formado por un único
espacio, de gran altura y amplitud, con una airosa bóveda apuntada, organizada
por arcos fajones de ladrillo. En el muro meridional se conserva otra portada mudéjar
y unas pinturas murales de finales del siglo XV; sobre este espacio, que sirve
de acceso a la torre, se conserva parte del paramento original, que se remata
con un conjunto de almenas triangulares y rectangulares.
A finales del siglo XV y durante
todo el siglo XVI, a medida que el pueblo crece y su iglesia se enriquece, cambia
por completo el aspecto del templo tanto en su interior como en su exterior,
afectando principalmente al coro, a la portada, a la torre y a la
cabecera.
La iglesia se amplía hacia los los pies, con la intención de incorporar un coro a la iglesia, para lo que fue
necesario añadirle dos cuerpos más, que se cubrieron con crucería en el
sotocoro y con bóveda de cañón apuntado en el piso superior. En el muro occidental se construye una portada ornamental, “puerta de las procesiones”, de finales
del gótico. Se construye con piedra caliza, el marco son unos pequeños pilares
que rematan en pináculos dobles y en el interior observamos un conjunto de
arquivoltas ojivales cobijadas bajo un arco conopial, todo ello con decoración
flamígera en las enjutas y exuberancia vegetal. La puerta de entrada es un arco
escarzano adornado de un tallo y con un bajo-relieva de la Anunciación en el
tímpano. Más moderna que esta portada es la que actualmente sirve de acceso al
templo; esta es de granito y consta de un arco de medio punto, bajo un alfiz
esculpido y un frontón triangular, de hacia 1550.
Adosada al coro, en su lado
meridional, se levanta la torre de
cuatro cuerpos, el inferior de granito, coronada por una terraza adornada con
crestería gótica y sobre ella se levanta un edificio octogonal, que contiene la
máquina del reloj. La cabecera pasa
a convertirse en un espacio arquitectónico majestuoso y solemne: se
suprime la cabecera de origen mudéjar y
en su lugar se acometen nuevas obras en consonancia con el relieve y prestigio
de su más ilustre paisano, el cardenal Espinosa, quien había elegido este lugar
para su enterramiento. Estas obras se centran principalmente en la construcción
de su capilla mayor y de su crucero. El crucero, de mayor altura que la nave,
se refuerza en sus ángulos con sólidos contrafuertes y tanto en el muro norte
como en el sur se adorna con sendos ventanales ajimezados. En los muros del
poniente se observan señales de que se pensó reformar la iglesia en el mismo estilo
del ábside y del crucero, pero esta idea no se llevó a cabo.
Interior de la iglesia
El interior esconde una riqueza
artística de primer orden. La nave de la iglesia está cubierta con una bóveda
apuntada y asegurada en sus diferentes tramos con arcos de similar estructura.
La majestuosidad de la capilla mayor y del crucero se ve reflejada sobre todo
en sus bóvedas de crucería, con profusión de nervios, que nos hablan muy
probablemente de la autoría del arquitecto madrileño Juan Bautista de Toledo. Según
la inscripción que corría a la altura de los capiteles se terminó el año
1567, reinando Felipe II.
El retablo del altar mayor es de
la segunda mitad del siglo XVI y es por tanto de estilo herreriano. Consta de
un banco o zócalo, tres cuerpos y un ático y su imagen central es la de la
Asunción de Nuestra Señora, titular de la parroquia. La acompañan relieves de
la Adoración de los pastores, Resurrección del Señor, Ascensión, Coronación de
la Virgen, Santiago Apóstol y el martirio de San Bartolomé. En el ático se
representa un Calvario con sus tres figuras exentas.
En el muro del Evangelio de esta
misma capilla mayor se construyó el mausoleo del cardenal Espinosa. Aparece en
el centro una magnífica estatua del cardenal, que aparece arrodillado en un
almohadón ante un reclinatorio, sobre el cual hay un libro abierto.
Destaca la ampulosidad de su traje
cardenalicio, la majestuosidad de su figura, la riqueza de su mármoles, todo
ello dentro de un escenario de muy nobles dimensiones que nos recuerda la
grandeza de las estatuas orantes del presbiterio del monasterio del Escorial,
obras del gran escultor italiano Pompeio Leoni, que es también el autor de este
mausoleo. El conjunto lo mandó hacer el sobrino del cardenal, Don Diego de
Espinosa, heredero del mayorazgo y titular de todas las capellanías que el
cardenal dejó en esta iglesia. La obra se ejecutó entre el año 1577 y 1579 y
costó un total de 1900 ducados.
El bello epitafio de la parte
superior del mausoleo canta así la gloria del cardenal:
Pusieron en él toda su excelencia
La estrella y la virtud partidamente
La estrella le subió a real potencia
Virtvd le dio el tenella dignamente
Con mitra y con capelo i presidencia
Regio sacro i profano iuntamente
Aqví nascio primero aqvi enterrado
Espera renascer de lvz cercado
En la sacristía de este pueblo
estuvo durante muchos años un lienzo del Calvario, sin que se conociera su
autoría. En el primer tercio del siglo pasado se descubrió que el autor de este
lienzo era nada menos que el gran pintor, Doménicos Theotocópuli, conocido como
el Greco, y que este cuadro llegó a Martin Muñoz, del vecino despoblado de
Navalperal del Campo, que se despobló a finales del siglo XVII. Este descubrimiento
fue el resultado de las iniciales sospechas surgidas durante la visita
realizada en el verano del año 1919 por el conde de Cedillo, sus hijas y su sobrino el marqués de Lozoya, que
veraneaban en su palacio de Hoyuelos (“La Casona”). En paralelo con estas
sospechas, las investigaciones realizadas por el comandante de Infantería D.
Verardo García Rey demuestran que este cuadro pertenecíó al párroco de la
Iglesia de Santo Tomé, de Toledo, llamado Andrés Núñez de Madrid, y que a su
muerte (1603) lo donó a la iglesia de Navalperal, de la cual había sido en vida
prestamero o titular de rentas eclesiásticas. Este cuadro de la “Crucifixión” es
muy similar a otros dos del mismo autor: el del Museo del Prado y el del
municipio de Prades del Rosellón.
Además de otras piezas de gran
interés debemos resaltar, no por su valor artístico, la imagen sobre lienzo de
la Virgen del Desprecio, situada en el altar a la izquierda del crucero. Goza
de una gran devoción por parte de todos sus habitantes y su fiesta se celebra
el segundo día de pascua de Pentecostés. También goza de una leyenda, según la
cual fue encontrada esta imagen por un misionero franciscano en tierra de
infieles, donde era objeto de burla y escarnio. Dicho fraile la recoge y la
lleva consigo por tierras de misiones, haciendo innumerables milagros, y al
regresar a España y ser destinado al convento del Corpus de Martín Muñoz, se
construye una capilla en dicho convento para ser venerada por todos los fieles.
Tras la Desamortización y la desaparición del convento, la imagen se traslada a
la parroquia para su culto.
El Cardenal Espinosa y su Palacio
El cardenal Espinosa era hijo de
Diego de Espinosa y Catalina de Arévalo y nació en la villa de Martín Muñoz de
las Posadas, de la diócesis de Ávila en el año de 1512, según algunos
historiadores, aunque para otros nace en el 2013, pues la partida de bautismo
tiene fecha de septiembre de 2013. Estudia en la Universidad de Salamanca, que,
junto a la de Alcalá, eran las de más prestigio, sobre todo a la hora de ocupar
cargos importantes dentro de las carreras civil y eclesiástica.
Fue nombrado por Felipe II
miembro del Consejo Real de Castilla en el 1562. En su adolescencia, a pesar de
haber recibido órdenes menores, no quiso seguir la carrera eclesiástica, pero
en plena madurez, enero del 1564, recibe licencia para ordenarse de presbítero,
cosa que consiguió rápidamente, el 5 de marzo de 1564. Comienza entonces una
rápida carrera a la sombra del rey, quien le manifiesta un gran aprecio.
En el otoño de 1565 el presbítero
Espinosa es elegido presidente del Consejo Real de Castilla y en el 1566:
pensión en el obispado de Osma, inquisidor general, presidente del Consejo de
Estado, presidente de la Cámara de Gracia, etc…El nombramiento de inquisidor
general se hizo tras la destitución de Fernando Valdez. En estos últimos cargos
dicta providencias especiales prohibiendo la lengua morisca en privado y en
público y obligándoles a aprender castellano en el término de tres años,
mandando entregar todos los libros y aceptar los ritos y costumbres
castellanas. Estas disposiciones fueron aprobadas por la mayoría del Consejo,
con la oposición del duque de Alba y fueron promulgadas por el rey el 17 de
noviembre de 1566.
En febrero de 1568 es nombrado
obispo de Sigüenza y en marzo de ese mismo año el papa Pio V, a propuesta del
rey, le entrega el capelo cardenalicio. El año 1569 el rey manda construir para Espinosa “algún lugar para establecer su casa con el
título de marqués”. El cardenal se resiste, pero al final acepta con la
condición de poner en la fachada el escudo real, para demostrar que el edificio
era levantado por mandato de Felipe II. Lástima que después no pudiera disfrutar
de su mansión, pues a finales del mes de
agosto de 1572 le sobreviene una fatal enfermedad de la que muere el 5 de
septiembre. Con 59 años no es fácil averiguar qué nuevos destinos habría
ocupado el recién nombrado cardenal. Ocasiones no le habrían faltado en aquel
vasto imperio y en las luchas políticas de aquellos años: la rebelión en Flandes, las intrigas palaciegas, etc…
Al final nos ha quedado el
palacio, cuya traza está inspirada por el arquitecto madrileño Juan Bautista de
Toledo y dentro de este conjunto arquitectónico hay que destacar la fachada y
el patio.
La fachada acoge una magnífica
portada de granito enmarcada por dos parejas de columnas estriadas que se alzan
sobre dos sólidos basamentos. Sobre esta portada hay un segundo cuerpo en el
que se abre un amplio balcón encuadrado entre dos pilastras jónicas y nun
entablamento rematado por un frontón partido por el escudo real y custodiado
por dos matronas sentadas que representan a la Fe y la Justicia. Sobre el
entablamento del piso inferior están sendos escudos del cardenal a los que
también acompañan dos regias matronas. Los dos extremos de la fachada están
rematados por dos torres macizas con su chapitel correspondiente.
En el centro del palacio está el
patio formado por dos cuerpos de columnas superpuestas. La galería inferior la
forman 20 arcos de medio punto y la galería superior tiene otros 20 huecos con
una hermosa balaustrada.
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Ángel Ramón González
González
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