domingo, 26 de agosto de 2012

Los pueblos del Pinar (Despoblados en la Tierra de Arévalo) La Tejada. Cuadernos de Cultura y Patrimonio. Nº IX Agosto 2011 de La Llanura


CUADERNOS DE CULTURA Y PATRIMONIO
Número IX agosto de 2011



Los pueblos del Pinar
(Despoblados en la Tierra de Arévalo)
La Tejada
La Alhóndiga, Asociación de Cultura y Patrimonio

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Mapa de los despoblados del río Adaja.

LA TEJADA

¿Nuevo castro vetón en la Provincia de Ávila?

1. Introducción.
  Dentro del conjunto de despoblados existentes en la comarca de las tierras llanas del norte de la Provincia de Ávila, la Tierra de Arévalo, llama la atención la abundancia de pequeños núcleos de población, hoy desaparecidos. Junto al pueblo de Orbita, y más concretamente en la misma ribera del río Adaja, proliferan estos despoblados. La mayoría de estos tuvieron su origen en la Edad Media, en el periodo repoblador, y su existencia está bien documentada en los archivos diocesanos. Fueron pequeñas aldeas que nacieron entre los siglos XII y XIII y fueron desapareciendo lentamente en el transcurso de los siglos que van del XV al XVII, según aparece en diversos documentos del archivo municipal de Orbita. Una parte de estos despoblados ocupaba las proximidades del río Adaja como Aldehuela de Fuentes (Espinosa), Montejuelo de Garcilobo (Orbita), Segobuela y Bodoncillo (Tiñosillos). Junto a estos despoblados existe uno, que ofrece un perfil totalmente diferente, el conocido actualmente con el nombre de La Tejada. Lo poco que sabemos de él no está registrado en los archivos consultados. Tampoco existe ninguna publicación que  demuestre el interés de los investigadores por este yacimiento. Hay que estudiarlo sobre el terreno, acudir a las fuentes de la Arqueología para comprender algo del secreto que encierra este antiguo despoblado.

2. Situación geográfica:
  El sitio denominado La Tejada ocupa una considerable extensión de terreno dentro del término municipal de Gutierre Muñoz, en la margen derecha del río Adaja, pero el conjunto arqueológico del despoblado que vamos a describir, de dimensiones más reducidas, se encuentra más al norte en el término municipal de Orbita. El emplazamiento de este despoblado se asoma a dos profundos valles y la meseta sobre la que se asienta el yacimiento está estratégicamente situada entre la escarpada cuesta del río Adaja y el gran foso que excava el arroyo, denominado del Pontón, en su confluencia con el citado río. La unión de ambos cursos de agua hace que el único lugar para descender o subir al despoblado desde el lecho del río, sea por el empinado espigón formado por la unión del río y el arroyo. Desde esta elevada cuesta se domina el vado existente sobre el Adaja, denominado “Vado de Montejuelo”. Es importante destacar los tres factores señalados como favorables para el asentamiento de un poblado: la proximidad del agua, el carácter defensivo y el dominio de un paso que une a las dos riberas del Adaja: la oriental y la occidental, aún hoy, de difícil comunicación entre ambas, debido a la barrera natural que supone el paso por un río no muy caudaloso, pero de encrespadas pendientes. El despoblado limita por el Norte y Noreste con el citado arroyo. Tras este arroyo puede contemplarse, todavía emergiendo sobre las tierras de labor, un paredón de la iglesia del antiguo pueblo de Montejuelo de Garcilobo, que los habitantes de la zona llaman “El Torrejón”. Por el Sureste y el Sur el despoblado se abre a una llanura de fácil acceso, sobre 
La Tejada, flanco Norte.
Estela funeraria.
todo si se accede desde el sur, por el que no existen barreras naturales que lo impidan. Al Suroeste y Oeste, de nuevo lo circunda el río con su gran desnivel y sus escarpadas cárcavas.

3. Datos arqueológicos
  Según el mapa arqueológico de la provincia este yacimiento está catalogado como un posible castro celta, a tenor de la prospección que realizó la empresa SERCAM en el año 2002 para elaborar una memoria que facilite la declaración de Bien de Interés Cultural-Zona Arqueológica.
Las muestras arqueológicas existentes en el Museo Provincial consisten en algunos restos de cerámica muy fragmentados y clasificados de la siguiente forma:
A.- Cerámica decorada: Cogotas I.
Poseen diversos restos de cerámica de pequeño tamaño que presenta las siguientes características:
- Decoración incisa en el labio exterior.
- Decoración impresa
- Decoración Boquique y decoración excisa.
B.- Cerámica Cogotas II. (Edad del Hierro)
- Decoración peinada
- Cerámica con decoración pintada. Sobre el terreno todavía se pueden observar pequeños trozos de vasijas pintadas con trazos oscuro sobre un fondo claro.
C.- Cerámica de cronología imprecisa.
Entre las diferentes muestras existentes en el citado museo y clasificadas de esta forma existe una fusayola. A la vista de estos escasos datos y a pesar de no haberse hecho ninguna excavación en el yacimiento, parece ser que nos encontramos con la existencia de un poblado de finales de la Edad del Bronce, por tanto con más de 3.000 años de antigüedad, contemporáneo del famoso castro de Las Cogotas, situado a poco más de 30 kilómetros, más al sur, y también en la misma ribera del Adaja. Al igual que Las Cogotas también este poblado habría sido habitado durante la edad del Hierro y habría llegado con vida, hasta la época de la conquista romana, integrado dentro del pueblo y la cultura vetona. La existencia en el Museo de cerámicas, aunque muy fragmentadas, que van desde las más antiguas (boquique, excisas,incisas, impresas) hasta las más modernas (pintadas a torno), pasando por las cerámicas a peine nos muestran una larga existencia de cerca de mil años y además, al parecer, de forma ininterrumpida.

4. Restos sobre el terreno
  Dentro del conjunto de piedras y cantos dispersos por el yacimiento conviene clasificar estos sobre todo por su naturaleza y tamaño. La piedra caliza y los cantos rodados serían, como material constructivo, unas piezas perfectas para levantar las cercas o fortificaciones. Diversos trozos de piedras graníticas pulimentadas nos sugieren la existencia de molinos barquiformes. Semienterradas en los regueros que forman las aguas de lluvia, al descender a los cauces fluviales, se pueden ver algunas piedras de gran tamaño, que los labradores, al no poder amontonar con el resto, las han ido despeñando por el precipicio. No parece que
Montones de piedras sobre el cultivo. (MPA)

Cerámica pintada. (MPA)


estas piedras tuvieran funciones constructivas, sino que más bien, por su forma y tamaño, podrían haber servido como hitos señalizadores, tal vez estelas o lajas funerarias.
  Por otra parte, nos han llegado noticias de algunos hallazgos realizados en el yacimiento hace muchos años: un labrador que alzó con la reja del arado un brasero; un cazador que caminaba junto al río y encontró una punta de lanza de bronce; otro labrador que encontró varios caparazones de erizos de mar, de gran tamaño y vistosidad. No existen noticias sin embargo de otros hallazgos frecuentes en los castros excavados más famosos de aquella época. No sabemos nada de que se hayan encontrado objetos como fíbulas, brazaletes, monedas.
Tampoco hemos oído contar nada del descubrimiento de armas tales como puñales, espadas, umbos de escudos, soliférrea, etc. propios de la panoplia militar de los pueblos vettones y que estos solían depositar junto a las cenizas de sus cadáveres en las necrópolis próximas a sus poblados.
  Sí se encuentran todavía sobre el terreno, a pesar de la intensiva trituración a que se someten los restos de superficie por la potente maquinaria agrícola, restos minúsculos de cerámica como los existentes en el Museo Provincial, restos de cerámica impresa y algunos de cerámica pintada, junto a gran cantidad de restos óseos, (posiblemente de animales).
También aparecen piedras de menor tamaño, muy pulidas y redondeadas, unas de sílex, otras de granito que pudieran haber sido útiles domésticos como pequeñas piedras de molino, raederas, etc.

5. Restos de estructuras de barro cocido
  En todos los demás despoblados de la zona los materiales más abundantes suelen ser piedras y restos de arcilla cocida: tinajas, tejas, ladrillos, como los que abundan en el cercano despoblado romano de las Ilejas u otros también cercanos de origen medieval, como Montejuelo, Bodoncillo o Mamblas. Aquí, en este despoblado de la Tejada, llama sin embargo la atención la insistente aparición de trozos de arcilla cocida. No olvidemos que en el terreno el elemento natural y fundamental es la arcilla. Estos restos aparecen fragmentados, son de una naturaleza porosa y por tanto de escaso peso. En la zona de fractura suele aparecer una especie de canalillo o moldura cóncava, como si esa cavidad hubiera estado rellena por un tronco o palo, que al descomponerse habría dejado su marca hueca en la arcilla. Excepcionalmente, algunos de estos restos no están tan fragmentados y no llevan la impronta de la madera, como el que se ve en uno de los regueros, junto al precipicio, donde se localiza un bloque de esta naturaleza que mide 45 x 23 x 12 cm. y que merece un análisis para evaluar su estructura y proceso de fabricación. Justamente en esa misma pared vertical o precipicio al que me estoy refiriendo, la erosión está continuamente sacando a la luz, entre bundantes cenizas, o bien lo que pudieran ser lienzos de construcción o tal vez escombreras de fragmentos de estas estructuras de barro cocido ensambladas con maderas, de utilidad incierta. Conocemos que estos poblados utilizaban el barro para hacer sus casas y que este barro presenta dos variedades: el adobe, con el que construyen los muros de sus cabañas y el muro de tapial. Con ayuda del barro, ramaje de arbustos, palos o quinzales, cubrirían los techos de sus humildes cabañas o viviendas o elevarían los muros de las mismas. Pero los materiales a los que me refiero no son de barro secado al sol, se trata de arcilla cocida que durante el proceso de su elaboración ha sido reforzada en su interior con palos o troncos de madera, consiguiendo así unos bloques más grandes y consistentes. Cuando la estructura se desploma, se produce la ruptura por el sitio más débil, la línea de contacto ente la arcilla y la madera, que es la impronta o moldura que nosotros observamos. Sobre

Cerámica boquique incisa. (MPA)

Cerámica peinada. (MPA)

cuál sería la finalidad de estas estructuras de barro cocido conviene citar los estudios realizados sobre otros castros abulenses como el realizado por Javier González-Tablas Sastre en sus descubrimientos en el castro de la Mesa de Miranda, donde cita a Juan Cabré, quien ya en el año 1930, al describir sus excavaciones de las Cogotas, hablaba de la “existencia de pellas de barro mal cocido, con improntas de troncos de madera cilíndricos, que vincula a la existencia de muros de tronco manteados con barro”. Pero algunos bloques de arcilla cocida que se pueden ver en la Tejada no son simples pellas de barro mal cocido, sino que nos recuerdan el estudio sobre la “casa vetona” que J. González-Tablas realiza en la obra citada sobre el castro de la Mesa de Miranda, donde apunta a una nueva funcionalidad.
“En cualquier caso tanto los zócalos de tapial, como la utilización masiva del ladrillo, constituyen una novedad en el conocimiento de la arquitectura doméstica de esta época”.
(pag. 206).
En términos parecidos se expresa Magdalena Barril Vicente (pág.58) en su estudio sobre la vivienda nº 3 de las Cogotas, quien, aunque no llega a utilizar el término “ladrillo” para estos bloques de barro cocido sí les asigna una clara función como soporte en los muros, más que como techumbre de estas humildes viviendas.

6. Carácter defensivo
Un paseo por las tierras que ocupa el yacimiento nos muestra una gran riqueza de materiales arqueológicos, diseminados o formando majanos, montones de piedras que hacen los labradores sobre las lindes de sus parcelas para facilitar las labores. Esta abundancia de piedras en un paisaje que carece de ellas, unido al singular perfil defensivo del emplazamiento, nos da pie a pensar en la existencia de algún tipo de fortificación. Para fortificar el perímetro triangular, que suponemos que formaría el castro, debemos de tener en cuenta que dos de los tres lados de este triángulo (la cara norte-nordeste y la cara oeste) eran prácticamente inexpugnables, teniendo en cuenta el relieve abrupto y escarpado. Por el contrario, la cara que mira al sur-sureste habría necesitado una fortificación más artificial, pues por esta cara el poblado se abría a una amplia llanura. Algunas ondulaciones del terreno, junto con los restos pétreos citados, sugieren la existencia de estas defensas, aunque sin un pequeño trabajo de excavación no se podrá saber qué hay de relieve natural y qué hay deelaboración artificial.

7. Problemas o interrogantes que plantea el yacimiento
Las preguntas que nos hacemos tienen una difícil respuesta, mientras no se haga un estudio menos superficial que el que aquí presentamos. Por esto mismo el problema está abierto a múltiples soluciones.
Aunque la extensión del poblado no fuera muy grande, pues los restos se reparten sobre una superficie de poco más de 5 hectáreas, la ocupación debió ser bastante prolongada en el tiempo, como lo demuestran los restos cerámicos existentes en el Museo Provincial. Estos restos nos remiten como mínimo al Bronce Final y nos ponen en contacto con la Edad del Hierro. Tendríamos por tanto una cronología que nos traslada a las etapas culturales de Cogotas I y Cogotas II, es decir que lo que comienza siendo un bronce final, Cogotas I, se convierte en Cogotas II. Pasamos del año 1.000 a.C. hasta el siglo V a. C; de la cerámica excisa y boquique a la cerámica a peine y pintada. Estamos en el entorno de los castros abulenses más conocidos junto al río Adaja, como el castro de las Cogotas, el castro de los Castillejos de Sanchorreja, el castro de la Mesa de Miranda en Chamartín y el castro de Ulaca.

La Tejada, talud defensivo.
Improntas de madera.


El entorno de estos tres castros citados nos ofrece un perfil más claramente defensivo, donde existen buenas canteras que suministran la materia fundamental para las fortificaciones, algo que parece consustancial con la cultura vettona, tal y como la conocemos en la actualidad. Como en los demás poblados también aquí la actividad económica fundamental debió ser la ganadería que aprovechaba los buenos pastos de las riberas del río y del arroyo, pero completada por los cultivos que proporcionan las tierras de la llanura cerealista que se extiende por el flanco sur.
Hay que considerar por otra parte la heterogeneidad paisajística de la Vettonia tal y como señalan en su estudio A. Esparza Arroyo y A. Blanco González. A medida que seguimos el curso del Adaja hacia el norte de la provincia, ésta va abandonando el paisaje granítico propio de la penillanura, de grandes dehesas y encinares, paisaje, que se considera como el ámbito característico de lo vettón, para entrar en el paisaje de la llanura cerealista formada sobre las arcillas miocénicas, que se considera más propio del mundo vacceo. Además de que los límites geográficos que separan ambos pueblos son un tema controvertido, tampoco están muy claras las diferencias culturales entre cultura vaccea y cultura vettona, al menos en los primeros momentos de su formación. Teniendo en cuenta la prolongada ocupación en el tiempo de este yacimiento, que está cerca de alcanzar un milenio de permanencia a tenor de las muestras existentes, tal vez merecería una investigación más profunda, pues podría aportar soluciones a ciertos problemas que hoy se plantean los arqueólogos como Germán Delibes, al estudiar los yacimientos de la Edad del Bronce en la zona del Sur del Duero. Esta época de evolución y de cambio en torno al año 1.000 a.C. no está suficientemente explorada en nuestro entorno geográfico.
Los yacimientos de las tierras llanas del sur del Duero están menos estudiados que los yacimientos más cercanos al Sistema Central, en las provincias de Ávila y Salamanca. G.Delibes cita como yacimientos Cogotas I, sin la menor preocupación defensiva, a los humildes yacimientos de Arévalo, Magazos, Mingorría o Cordovilla. Plantea el problema de la existencia de las necrópolis en la fase Cogotas I, el momento de la transición entre Cogotas I y Cogotas II y su relación con el horizonte cultural del Soto. El yacimiento de la Tejada, que ni siquiera aparece citado en ninguna publicación, podría ser tal vez un elemento más que ayudara a resolver alguno de estos interrogantes.
Estamos por tanto frente a un yacimiento importante sin explorar. El paseo por su entorno es ilustrador y sugerente. Todavía, a pesar de los siglos de intenso laboreo, deja entrever pequeñas muestras de cerámica impresa y pintada. Junto a estas muestras existen abundantes restos óseos, entre cenizas, que sugieren la existencia de alguna necrópolis. Las laderas del río enseñan algunos bloques de piedra que apuntan a estelas o lajas funerarias y estas mismas cuestas empinadas sometidas a una fuerte erosión dejan ver bloques de arcilla cocida que o bien son escombreras, o bien restos de alguna antigua edificación.

Ángel Ramón González González

Bordes de vasija.

Fusayola.

Punta de lanza de bronce.

Restos de cerámica escisa.

Se puede descargar el cuaderno en PDF en: http://lallanura.es/cuadernos.html


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